jueves, 5 de febrero de 2009

Una muestra del poder de la radio

La guerra de los mundos

En la noche del 30 de octubre de 1938, millares de norteamericanos quedaron aterrorizados por una emisión de radio que describía una invasión de marcianos que amenazaba a toda nuestra civilización.

Es probable que en ninguna otra ocasión anterior tantas personas pertenecientes a todos los estamentos y en tantos lugares del país experimentaran un trastorno tan repentino e intenso como el de aquella noche.

La situación creada por la emisión de radio fue una de las que nos muestran cómo reacciona el hombre corriente en momentos de tensión, y nos da, sobre su inteligencia, sus ansiedades y sus necesidades, informaciones que nunca podríamos conseguir por medio de tests o de estudios estrictamente. El hecho de que aquella situación fuese creada como resultado de una emisión radiofónica no puede entenderse hoy como una mera circunstancia. La radio es el medio por excelencia para informar a todos los sectores de una población acerca de los sucesos en curso, para suscitar en ellos una sensación común de temor o de alegría, y para provocar en ellos reacciones similares y dirigidas hacia un único objetivo. Mucho antes de terminar el programa, en todo Estados Unidos había personas rezando, llorando y huyendo frenéticamente para no encontrar la muerte a manos de los marcianos. Algunos corrieron en busca de seres queridos. Otros telefonearon para despedirse o alertar a los amigos, corrieron a informar a sus vecinos, buscaron información en las redacciones de los periódicos y las emisoras de radio, o avisaron a las ambulancias y a los coches patrulla de la policía. Por lo menos seis millones de personas oyeron la emisión, y al menos un millón de ellas se asustaron o inquietaron.

Nadie que lea el guión puede negar que la emisión fue tan realista en sus primeros minutos que resultó casi creíble incluso para oyentes relativamente cultos y bien informados. No es posible pasar por alto la excelencia dramática de la representación, y este realismo inusual de la misma puede ser atribuido al hecho de que la primera parte del guión encajó con los patrones de juicio existentes entre los radioyentes. Una proporción de éstos, en particular los pertenecientes a los sectores de ingresos y educación más bajos, habían llegado a confiar más en la radio que en los periódicos en lo referente a las noticias.

Los protagonistas de la historia (todos ellos ficticios) fueron el profesor Farrell, del Observatorio de Mount Jennings en Chicago; el profesor Pierson, del Observatorio de Princeton; el profesor Morse, de la MacMillan University en Toronto; el profesor Indelkoffer, de la Sociedad Astronómica de California, y “astrónomos y organismos científicos” en Inglaterra, Francia y Alemania. El profesor Richard Pierson (Orson Welles) era el personaje principal de la trama. El general Montgomery Smith, comandante de la milicia estatal de Trenton; Harry McDonald, vicepresidente de la Cruz Roja; el capitán Lansing, del Cuerpo de Señales, y por último el Secretario del Interior describieron la situación, dieron órdenes para la evacuación y el ataque, o apremiaron para que todo hombre cumpliese con sus deber.

La naturaleza realista de la emisión fue realzada además por descripciones de hechos concretos que los oyentes podían imaginar fácilmente. Fueron utilizadas sin inhibiciones las expresiones coloquiales que cabría esperar en semejante ocasión. El gas era “una especie de cosa amarillo verdosa”; el agente de policía advirtió “Échese a un lado, ¿quiere? ¡Atrás digo!”; una voz grita: “Ese maldito trasto se destornilla” Un ejemplo de precisión en la exposición de los detalles es la proclama del general de brigada Montgomery Smith: “El gobernador de Nueva Jersey me ha pedido que ponga en estado de guerra los distritos de Mercer y Middlesex, hasta Princeton al oeste y hasta Jamesburg al este. A nadie se le permitirá el acceso a esta zona, salvo si es portador de un pase especial expedido por las autoridades gubernamentales o militares. Cuatro compañías de la milicia del estado se dirigen a Grovers Mill desde Trenton, y ayudarán a evacuar los hogares situados en el radio de la operaciones militares”.

Los acontecimientos explicados iban desde lo relativamente creíble hasta lo totalmente increíble. Las primeras noticias fueron más o menos verosímiles, aunque desde luego, inusuales. Hay primero unos “trastornos atmosféricos”, y después “explosiones de gas incandescente”. Un científico informa seguidamente que su sismógrafo ha registrado un impacto de intensidad propia de un terremoto. A esto sigue el descubrimiento de un meteorito que, en su caída, ha hecho astillas los árboles más cercanos. Hasta aquí todo es pasable.

Pero al hacer su aparición las partes menos creíbles de la historia, el inteligente dramaturgo indica que también él tiene dificultad en creer lo que está viendo. Cuando nos enteramos de que el objeto no es un meteorito, sino un envoltorio metálico, se nos dice también que todo el cuadro es “una escena extraña” propia de unas modernas “Mil y Una Noches”, que es “fantástico”, y que “ni los más osados se aventuran a aproximarse”. Antes de que se nos informe de que el extremo del cilindro metálico empieza a destornillarse, experimentamos el asombro del propio locutor: “Señoras y señores, ¡esto es tremendo!”. Y cuando la tapadera ha caído, dice: Es la cosa más aterradora que jamás haya presenciado… Es la más extraordinaria de las experiencias. No logro encontrar palabras…”

Es importante plantear y contestar la pregunta de cómo alguien que sintonizara la emisión desde su comienzo pudo haber confundido la representación, claramente anunciada, con un noticiario. Los análisis de estos casos revelan dos razones principales para que surgiera semejante mala interpretación. En primer lugar, muchas personas que sintonizaron para oír una obra del Mercury Theatre creyeron que el programa normal había sido interrumpido para dar boletines especiales de noticias. La técnica no era nueva después de la experiencia con los informes por radio acerca de la amenaza de guerra en septiembre de 1938. La otra razón principal para la confusión es el ámbito muy extendido de no prestar atención a los primeros avisos de un programa. Muchas personas no escuchan atentamente sus radios hasta advertir que lo que se está retransmitiendo es algo de su particular interés.

Sintonizar tardíamente fue muy decisivo en cuanto a determinar si el oyente seguiría o no el programa como representación teatral o como noticiario, ya que la historia de la invasión marciana fue tan realista que se prestaba a crear el malentendido sin ninguna señal de advertencia.

1 comentario:

  1. Hola guapa. Mi blog ya no es el que tienes añadido sino el siguiente:

    http://asitalmundo.blogspot.com/

    Mua

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